domingo, 17 de junio de 2007

Somos el A

Sí, somos el A. Ayer cuando cobró forma el milagro que parecía imposible, volví a verlo, con más claridad que nunca: somos el A.

A de Alegres
A de Audaces
A de Alocados
A de Ansiosos
A de Abiertos

Somos el A. Una A de un abecedario de juventud que se abría con Abarisqueta (saludos compañero, allá donde te encuentres, y espéranos, pero como decía Klink ayer, espéranos mucho tiempo) y se cerraba, ya en séptimo con la G de Gómez, con las Aes de Abellán, de Anibal, de Andres (Mata), de Antón Machín, de Aroca, de Arquero, de Arroquia, con la B, siempre inquieta de Baile, que precedía a Beltrán y a Blasco, con la C de Cabello, de Calvo, de Camacho, de Cantano, de Candil, de Castellano, de Catalán, de Cubas y Cubero, de Company y de Curieses, y el desconcertante Cristóbal, con la D que se hacía H en Horacio, y seguía con Diaz de Carballo y con Durante, y el tintineo alegre, sabio y pícaro (como la vida se ha encargado de demostrar) de Klink, con la E de Estrada, de Estrela, de Julio Esteban, con su pañuelo al cuello, con la F de los infinitos Fernández, que, o contraían apellidos, como Fálvarez y Flópez, o por ello tenían el privilegio de ser llamados por el nombre, (¿verdad Alfonso, Emilio, Oscar, Roberto, José Luis?), y Pedro, espéranos tú también compañero, y nos hacían llegar una evocación clásica, con Tito (Antonio Fuentes), nombre de emperador, y se disolvía en la G de Gago y Galeote y de los otros innumerables Garcías, que, no podía ser de otra manera, ocupaban el "ghetto" que también empezaba con G, como Caballero, Carlos, Herrador, Granger, Rois, Martín, ... para desembocar en Gómez.

Pero nuesto abecedario, con ser tan completo, se basaba en la A. En la A de Acción, que nos impulsaba a iniciativas locas, tan locas como aquel imposible viaje que nos ensanchó los horizontes vitales. En la A de Aventura, como cualquier cosa que emprendíamos, que si papeletas, que si teatro, que si lotería, que si qué se yo. En la A de Apasionados, que siempre lo estábamos, o por las chicas, como es normal, o por nuestos comecocos filosóficos y vitales, propios de aquella época prodigiosa en la que despertábamos a la vida al tiempo que toda la sociedad. Con la A de Afanosos, que también lo éramos, poniendo nuestro empeño y nuestra voluntad en conseguir los objetivos que nos proponíamos.

Pero sobre todo con una A mayúscula muy mayúscula, con una A muy muy grande que ayer redescubrimos y disfutamos, una A que asume y resume a todas las otras. Está muy claro, con la A de

AMIGOS
P.S.: este texto no podía escribirlo sosegadamente y con correcciones, me quemaba demasiado la sangre en las yemas de los dedos para ello, por lo que he ido citando de memoria. Si me he dejado a alguien, que me de una colleja ( y a mi amigo alemán, el tal Alzheimer, una patada en los mismísimos) y me avise para incluirle. Puede que en el teclado se haya escondido algún compañero, pero os aseguro que en mi corazón estais absolutamente todos.

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